La Tiranía del “Sí Mismo”: Del Ideal de Realización al Advenimiento del Sujeto Deseante

La Encrucijada del Sujeto Contemporáneo

El sujeto contemporáneo arriba a la consulta con un anhelo que resuena como un imperativo categórico: la "realización personal". Viene en busca de una plenitud que parece esquiva, de una versión de sí mismo que logre, por fin, colmar una falta incesante. Pero, ¿a qué responde verdaderamente esa búsqueda de plenitud individual? ¿Es este anhelo de realización un sinónimo del deseo que postula el psicoanálisis?

Este texto explorará el desplazamiento necesario desde esta demanda de completud, propia de un ideal radicalmente individualista, hacia la producción de un sujeto que pueda habitar su deseo en su dimensión estructural. Un recorrido que parte del pedido de alcanzar un ser para arribar a un sujeto que se confronta con la falta que lo constituye.

El Imperativo de la Realización: Radiografía de una Demanda

El Ideal de la Autonomía y su Mérito

La demanda de "realización personal" se materializa en anhelos concretos: una pareja, el matrimonio, la maternidad, un mejor trabajo, el éxito profesional. Sin embargo, esta demanda no se agota en el logro en sí. Conlleva un plus fundamental: el mérito de conseguirlo de manera autónoma, "a solas", liberado de las ataduras y mandatos del Otro. El sujeto aspira a poder por su propio esfuerzo, en una lucha por desatarse de toda dependencia. Esta perspectiva, fundamentalmente individualista y afín a los ideales de la "autorrealización", postula que el individuo puede —y debe— ser artífice de su propio destino.

La Sociedad del Rendimiento y el Amo Interior

Esta aspiración a una autonomía meritocrática no surge en un vacío; es el correlato subjetivo de una lógica social más amplia, diagnosticada con precisión por Byung-Chul Han como la "sociedad del rendimiento". Han describe un cambio paradigmático: hemos pasado de una sociedad inmunológica, caracterizada por una clara distinción entre el adentro y el afuera, a la positividad de un orden donde la violencia ya no proviene de un explotador externo. Ese explotador ha sido internalizado y, crucialmente, es desconocido como Otro.

La paradoja es cruel: la lucha del sujeto por su realización "a solas" es precisamente el mecanismo a través del cual opera este amo interior no reconocido. El sentimiento mismo de libertad y autodeterminación se convierte en la forma más eficaz de subyugación. La clínica demuestra que, incapaz de reconocer este amo interior, el neurótico intenta proyectar la exigencia hacia afuera: "me siento mal porque mi jefe, mi pareja o mi madre me demandan tal cosa". Esta defensa externalizante es un intento vano de localizar fuera un mandato que ya opera desde dentro.

Esta lógica del rendimiento se erige como el "amo" al que el sujeto debe responder. Como lo formula Lacan en el seminario 17, al amo no le interesa saber, sino que "la cosa marche". El sujeto, por tanto, llega a la consulta porque algo en su maquinaria se ha obstaculizado, porque su capacidad de rendir ha encontrado un tope, llegando a tomar la demanda de este amo por su propio deseo.

La Antítesis Psicoanalítica: El Sujeto no es sin el Otro

Una Historia Más Allá del Individuo

Frente al ideal individualista, el psicoanálisis postula una antítesis estructural: el sujeto no es concebible sin la alteridad que lo funda. Lacan, ya en su seminario 1, lo establece con una claridad meridiana: "esencialmente la dimensión propia del Análisis es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales".

La historia de un sujeto no es, por tanto, su biografía personal. Es la historia de sus Otros: de sus padres, de sus abuelos, de sus bisabuelos. Es un texto, un entramado que excede los límites de la persona. La pregunta por el origen de la propia historia se torna irresoluble: ¿comienza el día que nací, el día que me desearon, el día que me imaginaron, o en los ideales de mis abuelos sobre los hijos que tendrían sus hijos? La historia, para el psicoanálisis, no es individual; es, por estructura, transindividual.

La Ética de la "Inmixtión de Otredad"

Lacan acuña un concepto fundamental para pensar esta condición: la "inmixtión de otredad", presentada en su conferencia de Baltimore como la condición sine qua non de todo sujeto. La tesis es radical: el sujeto no es con el Otro, como si este fuera un acompañante, sino que no es sin el Otro.

La analogía es contundente: así como el cuerpo no es sin células o sin oxígeno, el sujeto no es sin el Otro. La otredad no es algo externo, sino una parte constitutiva. En esto reside una ética. Esta distinción es fundamental; como lo articula Alfredo Edelstein, la ética psicoanalítica se funda en un "no a considerar en psicoanálisis al sujeto sin otredad". Al hacerlo, rechaza los ideales fundamentales de Occidente como la libertad, el "sí mismo" o la responsabilidad individual. El sujeto del psicoanálisis es, por definición, un sujeto en sujeción, atado y determinado por el Otro. Como lo dirá Lacan en el seminario 5, el niño es un "súbdito", sometido desde su origen al capricho articulado de aquello de lo que depende.

La Dirección de la Cura: De la Frustración a la Falta Fecunda

El Engaño de la Acción y el Objeto

La fantasía fundamental de la sociedad del rendimiento reside en la ecuación: desear = hacer = obtener un objeto. Se asume que quien desea, actúa, y que la acción conduce a un objeto que finalmente colma ese deseo: la realización personal. La inacción es vista como pasividad, como enfermedad.

Para el psicoanálisis, esta equivalencia es un engaño. "Hacer" no es necesariamente sinónimo de ser activo. El acto analítico, por el contrario, reside a menudo en un "no hacer" que funciona como un rechazo a este imperativo, abriendo así un espacio para que el deseo, sofocado por la acción incesante, pueda emerger.

La Experiencia de la Castración

Aquí se introduce la tesis más radical del psicoanálisis sobre este punto: el deseo no tiene objeto. El paciente llega a la consulta en un estado de frustración, atrapado en la lógica del rendimiento y su imposibilidad de alcanzar el objeto que cree que lo colmará. Este afán por el objeto prometido por el discurso del amo conduce ineludiblemente a la frustración, estado afectivo que define la persecución de un fantasma.

La dirección de la cura no busca mitigar esta frustración, sino operar un desplazamiento hacia la castración. Esta no es una simple carencia, sino la revelación estructural de que nunca hubo un objeto designado para el deseo en primer lugar. La cura apunta a que el sujeto pueda pasar de la queja por no tener el objeto (frustración) a confrontarse con la estructura misma de la falta (castración).

Habitar el Deseo del Otro

El recorrido analítico traza un pasaje: desde un sujeto que demanda la realización personal —un objeto que promete la completud—, hacia un sujeto confrontado con la falta estructural que lo constituye. Es precisamente la instalación de esta falta lo que activa el deseo en el sentido psicoanalítico del término.

Esta confrontación conduce a la pregunta fundamental, formulada con la lucidez de lo elemental: ¿cómo podemos distinguir si algo lo hacemos por uno mismo o por lo que el otro desea? La respuesta del psicoanálisis es tan radical como la pregunta: es que no lo podemos distinguir.

En esta indistinción resuena la enigmática frase de Lacan: "el deseo del hombre es el deseo del Otro". Esta afirmación no es un mero recordatorio de la "inmixtión de otredad"; apunta a la estructura misma del deseo, mostrando que este no es propio, no es original, sino que está inextricablemente tejido en la alteridad.

El análisis no entrega la plenitud prometida por el amo contemporáneo. Su apuesta es más radical: al confrontar al sujeto con la alteridad que lo determina, inaugura la posibilidad de que, en ese campo minado por la falta, pueda advenir un deseo singular.

Siguiente
Siguiente

La Tiniebla Contemporánea: Adolescencia, Tychê y la Praxis Analítica.